(Sp) En África . . .

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En África

En este Nuevo siglo, es fácil pensar que hemos progresado mucho, hablando de cosas en general. Hace treinta años, y fuera de unos pocos visionarios, quién se iba a imaginar el teléfono celular, o el uso del internet, o las muchas cosas de la vida moderna que disfrutamos hoy, sea en el mundo de la medicina, o en el mundo del arte moderno, o en la facilidad que disfrutamos para viajar, al igual que un sinfín de cosas más. Así todo, si uno piensa en avances, mejor limitarse a las cosas ya mencionadas y olvidarse de otras, como el tema de los derechos humanos o los derechos de un animal, o de las cosas sin sentido que hace la gente diariamente, incluso la increíble falta de conciencia de algunos y como miran el mundo a su alrededor.

Una carta publicada en la página editorial del periódico local el mes pasado me ha hecho pensar en esto y en vez de contar lo que decía, y ya que está en el dominio público, decidí exhibirla tal cual fue publicada para que el lector forme su propia opinión.

A continuación la carta:

Sea por milagro, o magia, estoy en África, el lugar donde se dice todo comenzó, y gratis. En realidad, fue suerte que me gané ese premio: una vacación pagada a cazar león ‒ algo con que he soñado toda la vida pero nunca se me habría ocurrido gastar mi propia plata en conseguirlo.

La cosa es que estoy en África, quien sabe dónde, me parece en un país cuyo nombre empieza con U, o con E, pero no que interese ni menos importe, con tal que tengan leones esperando. Si continúa mi racha de buena suerte, lograré dispararle a uno. Y no crean que esto es peligroso ni nada: es más como una caza planeada y bien programada. Resulta que hay lugares en que crían estas feroces bestias, les dan de comer en jaulas y las sueltan una vez que obtienen suficiente melena para que sean dignas de pasearse delante de uno. Así, uno elige el que más le parece, sin peligro alguno y Buuum! Se despacha un león. ¿Fantástico no? Me parece genial. El único inconveniente es que el límite es de uno solo. Como todos queremos matar el más grande, muchos dejan pasar la primera y segunda oportunidad para ver si la siguiente es mejor.

Otra cosa: me asombró lo mucho que se esmeran en hacer de nuestra estadía un placer y de la caza algo fácil también. Uno trae su rifle, mi único gasto hasta el momento, y acampamos como reyes en medio de la sabana. En la mañana temprano o antes de oscurecer, salimos en unos tremendos Land Rovers, aplastando el pasto por donde vamos, que según dicen no importa, porque, igual está seco, llevando un trago de scotch con hielo en una mano, el rifle en la otra. Scotch, a propósito, es el trago preferido por hombres, haciendo cosas de hombres. La otra buena cosa es que nos garantizan un león, y si estamos demasiado alumbrados como para poder disparar, no falta el que ofrece disparar por nosotros. Incluso, en una de esas, atropellamos uno y conseguimos el trofeo igual: la cosa es obtener un león.

Hasta el momento, lo más difícil ha sido mantener el trago en el vaso. Con todos los brincos y saltos del vehículo, no falta quien derrama todo; a mí ya me ha pasado varias veces.

Así todo, nada se compara con estar sentado bebiendo el primer scotch de la mañana rodeado de tus nuevos amigos en medio de la sabana mientras aparecen los primeros rayos del día por venir. Y los primeros ruidos también: los grillos trinando o cantando, aunque me parece que “grillando” sería mejor palabra, las cebras atusándose, contentas, me imagino, ya que saben que aquí se les da de comer a los leones, por lo tanto, no se preocupan de ellas. Mientras los pájaros cantan, el viento suspira y la primera y única briza agradable del día nos acaricia la piel, porque en un rato más, bajo el imponente sol Africano, todo se convierte en un auténtico horno. Para mí, la madrugada es la mejor hora del día y da gusto ver a los negros, que son nuestros sirvientes, y como corren por todos lados, apurados, preocupados de llegar a tiempo con los tragos, o cualquier cosa que se les pide.

Otra cosa que da gusto es que podemos maltratar a los negros también, como diversión, si no tenemos nada más que hacer. Es una costumbre, creo, tal vez una tradición, y según me contaron sirve para que no se subleven; dicen que ayuda a mantenerlos en línea.

 

Y con hombros encogidos,

así como aquellos perseguidos a gritos,

o golpes, o a palos,

se preocupan de mantener un paso de distancia

más allá de sus atormentadores,

bajo cuya sombra viven . . . agachados,

 

 Les digo, créanme, esto, fuera de ser poético, es buena cosa.

Y de regalo: si vemos un elefante, Buuum!, dos veces Buuum! Adiós y amen a otro paquidermo. De esos no hay límite y podemos matar todos los que se nos antojen, sean chicos o grande, macho, hembra, no incumbe.

Los negros, por supuesto, vienen con nosotros a la caza, pero no adentro del Land Rover, donde me imagino es más seguro. Ellos no, ellos corren al lado. Hay que ser bien bruto, o valeroso quizás, para correr en el mismo suelo que los leones, los cuales, por muy satisfechos que puedan estar, o muy adormecidos, siguen siendo leones: no sé cómo es la memoria de un león, pero me imagino que nunca se olvida que es león, supuestamente, el rey de la selva. Y vieran como corren los negritos. Millas y millas sin nada que beber bajo un sol de los mil demonios y ellos sin preocupación: creo que ya están acostumbrados o quizás se entregan a su destino sin rencor no sabría decir cuál. Y si por casualidad le damos a un león, son ellos los que se preocupan de desalojar la cabeza y traerla al vehículo para llevarla a nuestro campamento. La segunda mañana aquí, llegamos a tener dos, aunque confieso disfrutábamos mejor puntería en esos primeros días ya que apenas habíamos llegado y el alcohol aun no cobraba su precio. Y cuidado: no todos los leones mueren con el primer tiro. Algunos quedan heridos y se tratan de esconder. Son los negros cuyo trabajo es ir a buscarlos y finiquitarlos, cuidando de no dañar la cabeza después de todo, de llegar a casa con una cabeza en buenas condiciones se trata.

Ayer, creo, ya se me olvidan los días, pasó algo inusual. Todo empezó cuando un compañero le dio a un león. Sabemos que le dio, porque lo vimos caer y quedar prostrado, pero cuando se acercaron los negros, de un salto se puso de pie, le dio un feroz rasguño al primero que llegó y en dos trancadas se metió entre unos matorrales. Queríamos disparar, pero nuestro guía nos suplicó que no, ya que el león no se veía y los negritos andaban bailando enfrente. Así todo, fue un esfuerzo no disparar: pienso que la adrenalina lo impulsa a uno, pero gracias a Dios nos contuvimos y no disparamos. Pasaron diez minutos en los cuales se confundían los rugidos del león, herido y enfurecido, con los gritos de los negritos para hacerlo salir y los lamentos del herido que supuestamente agonizaba. A lo lejos, se escuchaban los ocasionales disparos de otros grupos que iban más adelante que nosotros.

Por unos minutos parecía todo un caos, pero como ya dije, estaban bien organizados y luego llegó un carro ambulancia, que se llevó al herido, y trajo otros negritos con armas y supuestamente más experiencia para finiquitar la fiera.

Así todo, el bruto se defendía y no por estar herido dejó de tirarse arriba de otros dos, que no habiéndolo visto se acercaron demasiado. No sé qué pasó con ellos puesto que la ambulancia se había ido, pero al león si lo mataron y la cabeza vino a dar a nuestro Land Rover, como correspondía. Con todo el alboroto, ni me di cuenta que se me había derretido el hielo.

Fueron diez días de una experiencia insólita y ya de regreso tengo que preocuparme de cosas más mundanas, como es montar la tremenda cabeza que me traje, y una que cada día que pasa y la miro, se ve más grande. La taxidermia no es barata, les cuento, y podría haber sido parte del premio, pero bueno, nada es perfecto, y que se le va a hacer.

 

 

15 thoughts on “(Sp) En África . . .

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