El Topo
Soñé que me perseguía un gato.
Le pedí auxilio a un pato
y no saqué nada.
Me correteó él en vez.
Le pedí a un perro socorro
y más tuve que correr.
—Me trató de morder.
—Qué cosa— dije yo.
Este sueño mejor lo dejo.
No me conviene, sufro,
pero no supe como dejarlo.
Y seguí soñando,
durmiendo y sufriendo.
Me correteó una abeja
¡El colmo!
Tan chica y atrevida.
Pero igual salí corriendo.
Luego,
me persiguió una hormiga.
Ya daba vergüenza.
Más chica todavía.
Por suerte era lenta.
Me fui caminando.
Cauteloso marchando,
andando,
por no decir arrancando.
Ya no era sueño esto
sino una plena pesadilla.
No quedaba otra
que esperar la madrugada,
armarme de paciencia,
cargar la cruz, como dicen,
soportarla y aguantarla,
y eso que es pesada.
En seguida los malditos
iban en fila, en línea,
igual que un desfile
Habia que admirarlos.
Primero una ardilla,
después un elefante.
Parecía mentira.
Uno detrás del otro
haciendo hilera.
Un león, una rana,
Un pitón, un lobo de mar
en tierra, y con la boca espumante.
Una jirafa, y para colmo,
un topo.
—Un topo— chillé.
Más ciego que Maggoo y
no sé cómo me vio,
pero igual me correteó.
Por suerte no andaba
ningún gusano ni mono.
¡Que alivio!
Y yo, que despierto
me creía valiente.
durmiendo era otro.
Con el ego en le ruina
confieso plenamente,
era un cobarde,
o mejor dicho, una gallina
y no veía salida.
Tan gallina me sentía
tan falto de valentía
que pensé poner un huevo.
Por suerte no llego a tanto
Y me recuperé – luego.
¿Cómo hacer para despertar?
Esa era la cuestión.
Traté y traté
sin encontrar solución.
De una, un pensamiento
se me vino – repentino:
Si este es mí sueño,
entonces yo mando,
yo soy dueño.
Y con eso,
Una nueva idea
se me ocurrió:
—Ya van a ver estos bichos—.
Grite.
Los voy a perseguir, y una
lección les voy a enseñar.
Tomé la decisión,
y así fue como cambié dirección.
Pa’ empesar, pisé la hormiga,
La abeja, (que en paz descanse),
ya no se queja.
Le tiré una nuez a la ardilla,
La rana se la di al pitón.
La jirafa al león
Patee el pato
Nunca vi el gato,
y el perro desapareció.
El elefante voló
¿Cómo? no sé,
Pero un sueño aguanta todo,
lo juro, y así pasó.
Y por suerte, porque
tan chico no era.
Por mi parte,
—Otro menos— dije yo.
Con el lobo de mar la pensé,
Y como al agua se fue,
lo perdoné.
No me pregunten por qué.
Me faltaba solo el topo.
Decidido estaba yo
para completar mí diseño
que no importa
en que lugar se meta,
fui y busqué mi escopeta.
De pronto algo ocurrió
que me asombró.
De un hoyo en mi jardín,
vi una bandera blanca salir.
Me pregunté
si un topo se puede rendir.
Le apunte con la mira.
Él allá, yo aquí.
Listo, apunten,
uno, dos, tres!
. . . cuatro.
Pero no disparé.
Un tirón de dedo y adiós topo.
Deliberé.
Así era la cosa.
Pero algo me detuvo.
Quizás tiene familia, pensé.
Bajé el arma y lo miré
Vencido estaba,
pero cobarde no era
¿quizás porque no me veía?
Ni modo. No se movió.
Sin una pizca de susto,
como hombre me dio la frente.
—Mejor que yo— dije yo.
—Si no me correteas,
te dejo vivir—. Le propuse.
Con la cabeza asintió.
Qué alivio sentí.
—Trato hecho— le dije,
y dejé la escopeta.
Lo que nunca le mencioné
para que no se arrepintiera
fue que la escopeta
no estaba ni cargada,
¡siquiera!
Ahora somos amigos,
él y yo.
No hablamos el mismo idioma
pero sí nos entendemos.
El hurguetea por todo el jardín,
Y me deja uno que otro rábano –
en ocasión.
Y cuando se le da la gana,
una zanahoria.
De vez en cuando una flor.
El precio es poco, creo,
ya que finalmente duermo.
Y si bien es comilón
Por no decir, regordete,
Lo bueno es que
se llena el buche
y no me persigue de noche.