El Diagnóstico.

 

La verdad que este cuento es largo,

Y tiene toda una historia, y un testigo,

pero pa’ que’l lector no alegue

Lo puedo hacer más en breve . . .

Se cuenta que un buen día de primavera,

Un tipo igual de bueno, al doctor se dirigía,

pensando que un médico seguro lo ayudaría.

Eso creía.

Y llegando a la consulta pidió hablar con la encargada,

o la enfermera, o el medico de turno, en el fondo cualquiera.

Un vistazo y de urgencia lo sentaron

en una mesa fría

y sin  averiguar nombre le preguntaron qué adonde le dolía.

—No es dolor doctor, pero una desgracia— dijo el paciente.

—Es que no siento mi corazón, está como ausente.

El doctor lo miró con desconfianza y le dijo apurado:

—Si fuera verdad lo que me dice, tiene que pagar adelantado.

El tipo, ya sentado pero ansioso con la mano indicó su pecho,

y el medico se enojó, y le dijo —cierto que estas medio desecho.

Pero que conste, ya sé dónde está tu corazón – tontón.

Y así diciendo con una herramienta busco una pulsación.

Y mientras buscaba le agregó:

— ¿No ves en la pared tremendo diploma?

—Eso quiero decir que estudié su buen poco.

—Esto no es broma.

El tipo quería hablar y contarle todo,

es decir contarle todo lo que pasó,

Pero no lo dejaron hablar, ni contar,

y así fue que finalmente mas no insistió.

Le informaron que esto no era una oficina de sentarse a charlar y tomar té

—Aquí se diagnostica, se busca solución, pero primero causa se establece.

Y por las dudas le acordaron que con efectivo se cancelaba.

La cosa de ser doctor es saber adivinar bien,

por eso se pagaba.

 

 

Como ya conoce el lector, el doctor no tenía que empezar de cero.

El paciente le había dado una pista.

Obvio, esto era más que un simple catarro.

—Que caso más extraño el suyo

recalcó el doctor— frunciendo las cejas.

—El corazón ahí debiera estar.

Me alegro pues que vino de prisas.

El paciente ya amurrado por no poder hablar no decía nada,

solo suspiraba.

Tanto así que’l doctor se empezó a preocupar,

ni la enfermera cacareaba.

De mal en peor las cosas sucedían.

Esto era totalmente original, inédito.

—No era lo que esperaba—decía él.

—Nunca lo estudié para ser médico.

El doctor sudaba. En la vida había visto cosa igual.

Finalmente decidió preguntar.

— ¿Cómo fue que le pasó esto?

—Sin que me explique, la diagnosis no puede avanzar.

—Bueno, ya que preguntan de tan buena forma les voy a contar

en breve.

—Resulta que conocí una mujer y este fue el resultado.

Espero no agrave.

—Eso explica todo— dijo el doctor.

Le volvía el color. Ya no estaba tan inseguro.

Y pensándolo bien decidió que lo que más le preocupaba

era su cuenta de ahorro.

Agregó que quizás tenía arreglo, diciendo con autoridad

—Hay que buscarle la vuelta.

—Me parece— dijo el paciente.

—Usted busque la vuelta o yo busco la puerta.

El doctor sudaba.

Ya veía que el dinero se le escapaba y pensó que decir.

Le insistió al paciente que le cuente sobre esa mujer

a ver si había donde acudir

Y el doctor lo escuchó todo y dando un suspiro declaró:

—Llegué a una conclusión.

— ¿Morocha me dice? ¿Perdió el corazón? No hay solución.